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Poesía

¿Donde estás Baudelaire?
¿Dónde estás Baudelaire?
Hoy que la piedra dura
está sobre mí.

¿Dónde estás Baudelaire?
Ahora que esta angustia
de Bizancio vallejiano
me duele como dulce veneno.

¿Dónde estás Baudelaire
y tus flores del mal?
Para levantarme
de este estado terminal,
de esta dulce agonía.

¿Dónde estás Baudelaire?
Ven a mí,
apiádate de mis sentimientos
y logra, como un clavel angustioso,
sangrar en mi corazón.

¿Dónde estás Baudelaire
y tus flores del mal?
y tus geranios sangrantes,
y tus rosas mortuorias.

¿Dónde estás Baudelaire?
Cuando esta angustia insondable
toca fondo en el jardín trémulo de mi vida.

¿Dónde estás Baudelaire?




IV

Gízmico aleteo de ojos perdidos
     en aluras miradas de una tarde
          que llora mi desventura.
     Mis ojos se niegan a ver
lo que es evidente y me reclaman,
     mi dejadez, mi pesimismo…
          Me exigen la hidalguía del clavo,
     para levantarme y demostrar la madera
de la que estoy hecho.


La voz de mi camisa es
     el nárdico despertar del silencio
          que nace del ruido mismo.
     Envuelve, en seda tersa,
la desnudez yámbica del ruido
     para devolverme el silencio de mi pecho.
          No tengo ruido que malgaste mis latidos.
     Carezco de sufrimiento
que derroche el ojal de mi ventura.

Hoy veo lo que vendrá con pasos del ayer,
     con camino letárgico sumido en recuerdo.
          Hoy encuentro dos caminos nuevos
     en los que puedo bifurcar mi sosiego
la tranquilidad del reentre en la vida,
la calma de encontrarme repetido
    dos veces,
           dos rostros,
                  dos cuerpos,
                         cuatro manos,
que suman un solo destino


Gozne de puerta que canta,
      al son de abisinias y furtivas lanzas de un muro,
            la entrada triunfal de mi nueva esperanza,
            de mi nuevo sueño,
      de mi nueva razón de ser,
de mi consuelo…






X
Recuerdo tu alma yerta;

la siento desvanecerse
entre mis dedos frígidos
la tengo asida
con mi rechazo.
Te ruego, te suplico, desde el sueño:
abrásame con tu frío muerto de sed


¿Por qué desnudas tu alma?
Yo no te quiero desnuda,
no te quiero vestida de mi deseo,
no vestida de mi pasión,
no vestida de mi amor…
ni toda llena de ternura
sin rencor…


Ayer encontré plagado de adioses tu alma
y no pude quererte más,
pues el muro de los Buenos Días
ya tenía nombre de otro hombre…
por eso cerré el espacio de mi deseo,
volteé la mirada y me encontré caminando,
de nuevo, hacia un nuevo destino,
avanzando frontalmente a mis sueños,
hacia mi felicidad, a repetirme una vez más
en el amor de un nuevo ser…